domingo, 29 de noviembre de 2009

León a la boloñesa



Hasta la sabiduría, vende la Universidad

¡Verdad!


Veinte esquinitas tiene mi alma

Y veinte leones que me la guardan.


Creció entre verbos deponentes

Arrullada por murmullos de poetas.

Aprendió de hedonistas y de ascetas

antiguos saberes senescentes.


Exploró hígado e intestinos

En la oscura caverna del abdomen

Buscando los secretos que formen

De la vida los oscuros caminos.


Soñó que podía medir el universo

Armada solo con pizarra y con tiza

Encerrarlo en una grandiosa cifra

Mas bella que el mas hermosos verso.


Y me la quieren matar

Nos la quieren matar

Armados con sus cheques

Nos la quieren matar

Sedientos de ineptos

Nos la quieren matar

Excusados de pragmatismo

Nos la quieren matar

Escupiendo anglicismos

Nos la quieren matar

Las ratas del bombín

En sus madrigueras de mugre verde

Por el bien, otra vez, de los de siempre

De las ratas verdes del bombín

Nos la quieren matar.


Pero me levanto y miro

Y veo a todos los demás dormidos.

Jóvenes resignados como viejos

Obedientes, sumisos y discretos.


Hace mucho que muerta está.


En las veinte esquinitas que tiene mi alma

Veinte leones de piedra callada

Son degollados como ovejas mansas

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Hypatia, Curie y Pasionaria




Desde pequeño siempre tuve más amigas que amigos, por ningún motivo en especial salvo quizá una mayor afinidad. Puede que esto me haya privado de algunas experiencias, pero también me ha aportado muchas otras y no sería hoy quién soy si todas ellas no hubieran estado conmigo.

Esta entrada va dedicada especialmente a tres de las mujeres que en la actualidad forman parte de mi vida (una parte muy importante). Las tres son muy diferentes entre sí, pero no cambiaría nada de ninguna porque me encantan tal y como son.

Decía Jung que en el imaginario colectivo existen representaciones idealizadas de los patrones conductuales y sociales. Éstas imágenes toman elementos de la mitología y la leyenda para encarnar los distintos roles y personalidades. En el caso de la mujer se podrían encontrar tres arquetipos principales, a saber, la guerrera, la ninfa y la sabia.

Mi amiga Pasionaria es la guerrera, la amazona, la doncella armada. Su diosa es Atenea y su edad la juventud, cuando el espíritu es revolucionario y se desea hacerlo todo y hacerlo ahora. Pasionaria está desencantada con las injusticias del mundo, y siempre ha intentado luchar por solucionarlas o mitigarlas. La admiro por ser tan fuerte y valiente sin perder la capacidad de reir (aunque a veces se agobie demasiado). Sin duda será una gran doctora.

Mi amiga Curie es la ninfa, la hetaira, la amante. Su diosa es Afrodita, y su edad la adolescencia, cuando despiertan los instintos y se busca desesperadamente el amor en cada templo, en cada gesto y en cada estrella. Compartimos órganos internos, así como intereses, ideales y preocupaciones. Procura disfrutar de cada instante, pues sabe que en ellos es donde se encuentra la eternidad.

Mi amiga Hypatia es la sabia, la síbila, la hechicera. Su diosa es Perséfone y su edad la vejez, cuando los hijos se han ido y la tribu consulta su opinión, enriquecida por la sabiduría y la experiencia. Hypatia es un puente entre la tierra y el cielo, pues a veces es la más sensata y prudente del grupo y otras se deja llevar por la divagación, la locura y el desenfreno. Es nuestra personal y particular anacoreta, aunque algún día se cogerá el horario partido para poder pasar a estado off de vez en cuando.

Las tres juntas forman una tríada en mi panteón de dioses humanos. Son tres facetas de la misma cosa, y, simultáneamente, tres entes independientes. Misterios de la fe. Y lo que más me gusta en este mundo es comulgar con ellas una buena jarra de Vinos Merinos.

Alabada sea la sangre de Eva.


Apéndice: Los axiomas de Hypatia

1. No hay nada peor que una rima asonante

2. Los ponchos y los petos hacen feliz a la gente.

3. El grado de felicidad de una persona viene dado por la función f(x) = 2^n, donde n es el número de veces que ha desayunado esa mañana.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Los epitelios del alma

La misma noche que hace blanquear los mismo árboles

Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no lo quiero, es cierto, pero cuanto lo quise.

Es tan corto el amor, y tan largo el olvido…

Cada persona a la que amamos, a la que amamos de verdad, nos deja una impronta, nos marca, pasa a formar parte de nosotros. Es como una epidermis que nos recubre la razón y el recuerdo y que se infiltra con atávicas y desconocidas raices hasta las cavidades más profundas del cerebro.

Este nuevo neocórtex, esta corteza erótica, tiene, como todo tejido, un proceso particular de crecimiento y degeneración. Se compone de sucesivas capas de amores fallidos, terminados, olvidados o no correspondidos, que se van acumulando como escamas después de haber sintetizado frenéticamente locura, obsesión, deseo y éxtasis.

Sin embargo, estas células muertas se van depositando capa tras capa, estrato tras estrato. El dolor inicial se transforma en un sentimiento más tranquilo, en un recuerdo, en una sombra de una sombra. El peso de todas ellas conforma nuestros pensamientos sin darnos cuenta. Cada uno de estos hitos nos ha ido creando. Somos ni más ni menos que aquello que amamos.

Una de esas capas está dando en mi sus últimos estertores. Sé que no va a morir del todo, que solo se va a transformar, pero tengo miedo de lo incontrolable e impredecible del cambio. Porque todo en esta vida es irreversible y, para que nada cambie, todo tiene que cambiar.

Y junto con el miedo, siento tristeza. Una tristeza lenta y triste que se acumula plomiza en el tórax. Una tristeza que es una melancolía, una nostalgia de la comezón que pica y escuece, de la irritación de los epitelios del alma.

Así que una parte de mi debe despedirse y dar las gracias. Pero otra siempre continuará ardiendo un poquito como un recuerdo lejano de lo que un día fue.

Aunque éste sea el último dolor que él me causa

Y estos sean los últimos versos que yo le escribo.




jueves, 5 de noviembre de 2009

Vioética.

Me asombran las clases de bioética. Siempre acaban siendo una discusión sin sentido acerca de aspectos, recovecos y artículos de leyes sanitarias. Si hay una incompatibilidad entre la moral y la ley, la gente acaba indefectiblemente priorizando la segunda sobre la primera. Y eso si llegan a plantearse la diferencia.

Hoy en día la gente de bien es temerosa de la ley, como tiempo ha era temerosa de dios. Temen las esposas, y las togas, y los barrotes y las balas. Pero no son ni las esposas, ni las togas ni los barrotes ni las balas los que las detienen. Las detiene el temor mismo.

Y el temor es una ilusión. Una prisión mental sin barrotes ni carcelero, solo hecha de convicciones. De falsas convicciones. De normas sociales que interiorizamos de niños como interiorizamos el comportamiento físico de la materia. Que nos parecen de la misma naturaleza que éste, pero que en realidad no son más que papel, palabras y espejismo.

Abre los ojos. El sistema es una ilusión. La autoridad es una ilusión. Nadie tiene poder sobre ti, más allá del que tú mismo le des. Tú libertad, tu convicción y tu voluntad son reductos inexpugnables que nadie puede violar. Ni con todas las pistolas del mundo podrán obligarte a nada. Tú eres dueño de tu vida y responsable de tus actos.

Un maestro puede suspenderte, pero no puede impedir que aprendas. Un policía puede pegarte, pero no te quitará la verdad. Un juez puede encerrarte, pero jamás tocará un ápice de tu libertad. Basta con decir "no" para convocar la barrera infranqueable que nadie, nunca, podrá cruzar.

Cuando sea médico tendré que enfrentarme a decisiones de importantes consecuencias. Solo yo seré responsable de esas decisiones. No delegaré esa responsabilidad en políticos, jueces o instituciones. No pienso decidir en función de leyes ridículas redactadas por ineptos corruptos con fines interesados. No pienso doblegar mi moralidad a la legalidad, y mucho menos cuando un paciente me confíe su vida, su salud y su integridad.


Solo pueden contigo si te acabas rindiendo; si disparan por fuera y te matan por dentro.