martes, 18 de enero de 2011

La maldición del poeta

Érase una vez un poeta maldito.

El poeta no podía cantarle a la felicidad porque un personaje suyo, liberado por un instante del yugo de la métrica y la rima, así lo había conjurado.

O tal vez no fuera maleficio, sino profecía o, para decirlo en términos modernos, psicoanálisis. Pero el poeta no quería pensar en esta posibilidad, que le inquietaba.

Por eso, ahora que tenía tantos motivos para la alegría, estaba estéril. El amor rehuía su verso como una escurridiza gota de mercurio. Todo lo consumado se le escapaba. Sólo alcanzaba a escribir imposibles, jamases y ojalás.

El poeta sabía que se estaba boikoteando. Pero decidió dejar de pensar en ello y hacer un bonito recopilatorio literario. De libros por los que no sentía amor, sino una especie de coleccionismo fetichista. Una especie de perversión de las letras. Psicopatología sintáctica.

El poeta dormía por el día y por la noche engullía datos que nada le aportaban. Luego, de madrugada se dedicaba a arremeter contra si mismo como crítico anónimo. (Llevaba una doble vida de soberbia y autodesprecio):

Érase una vez un poeta maldito

Y el poeta sintió un millón de comillas clavándose en su carne. Como anticuerpos de tinta.


Nuevo blog: http://loslibresardenmal.blogspot.com/