domingo, 29 de mayo de 2011

Asamblea

Orden del día:

UNO: Recuperar las palabras robadas. Liberarlas de su largo cautiverio para dárselas de nuevo al pueblo. Para que llenen de amor los labios y desaten las lenguas de los ocultos lazos. Para que la gente las guarde de nuevo entre los dientes y pueda utilizarlas todos los días como pistolas de verdad comprimida que perforen alguna que otra conciencia. Para que los fonemas provoquen quemaduras de tercer y cuarto grado en la piel podrida de esta sociedad, y que de las cicatrices brote un nuevo (des)orden. Que las palabras todas recuperen su significado verdadero; solo hace falta nombrarlas con una voz sincera, con diez mil voces sinceras y volverán a erguirse poderosas ante los que tanto tiempo las han ensuciado. ¡Democracia! ¡Utopía! ¡Socialismo! ¡Justicia! ¡Obrero! ¡Fraternidad! ¡Popular! ¡Libertad! ¡Os nombramos por vuestro nombre verdadero! ¡Resucitad! ¡Creced y multiplicaos y llevad nuestra voz hasta el más recóndito rincón del más nauseabundo banco! Y que al oír vuestra resonancia sanguínea, tiemblen los enemigos de la sangre y de la vida.

DOS: Reconquistar las tierras allende nuestros felpudos. Reclamar la pertenencia de portales, patios, callejones, avenidas, barrios, plazas. Recuperar el Espacio, las tres dimensiones que nos han arrebatado haciéndonoslas ajenas, amenazantes, peligrosas. Llenar la ciudad de un enorme Nosotros, tan solo para hacerla de nuevo habitable, tan solo para que sea posible llamar Hogar a un pequeño pedazo de este planeta. Renunciaremos con gusto, si es preciso, a Times Square, Monmartre y Helsinki, pero Gamonal es irrenunciable. La globalización nos ofrece una metrópoli inacabable, pero lo que queremos es un lugar donde enraizarnos para no ser toda la vida unos turistas en nuestra propia manzana.

TRES: Una vez recuperadas las tres anteriores, será hora de reclamar la cuarta dimensión: el Tiempo. Habrá que liberarlo para que deje de ser un eterno ciclo de jornadas laborales, objetivos semanales, cuatrimestres académicos, años cotizados, legislaturas, planes quinquenales, tasas de mortalidad. Romperemos las altas presas que lo contienen y fluirá por fin libre, como un tempestuoso torrente de irreverencia y también como un tranquilo cauce nutritivo. El tiempo será nuestro y con él alcanzaremos la verdadera inmortalidad, que no consiste en ascender al cielo, sino en descender a las hojas de hierba.

CUATRO: Y cuando nos vuelvan a pertenecer las Palabras, el Espacio y el Tiempo, entonces nosotros seremos por fin nuestros, y de todos, y de nadie. No hará falta acumular más objetos ni consumir más artículos, pues ya lo tendremos todo. Los determinantes posesivos serán abolidos del lenguaje como una reliquia arcaica y se reinstaurará el sagrado sistema del trueque: cada pistola será cambiada por un clavel;
cada televisión por un megáfono;
cada adoquín por un grano de arena y una gota de mar;
cada político por un filósofo;
cada semáforo por un roble, con sus veinte pájaros y cinco ardillas;
cada banquero por un agricultor;
cada cárcel por un colegio, instituto o universidad;
cada soldado por un poeta;
¡cada farola por un enorme Sol amaneciente!

Y el consenso fue tan unánime y tan clamoroso, que el mundo se vio obligado a acatar la propuesta. Y cambió.