A veces en la ducha parece que el agua va al revés, trepando por las piernas y saltando desde los hombros. Creo que ocurre porque el acto de ducharse es algo terriblemente simétrico y estático. Piénsalo: se repite sin apenas varianza todos los días; las dioptrias, desamparadas de lentes, solo te permiten distinguir una amalgama de blancos; el agua no es más que una sensación de corriente que discurre de una tubería a otra.
Si abro la boca en la ducha siento como el agua de la tuberia de plomo entra en la tubería de mis vísceras, venas y nefronas. Y que vuelve a salir convertida en chorro arqueado de orina para encontrarse de nuevo con el plomo. Es un símbolo de nuestro discurrir, de cómo el tiempo nos pasa ajeno durante el día y se nos introduce en las entrañas durante el sueño. Por el día somos agua que camina por tuberias de alquitrán y asfalto. Por la noche somos alcohol que se derrama en tubos de cristal de cubata y de axón de neurona.
Nuestra vida es un laberinto de tuberías.
Y yo, quiero ser fontanero.
qué bueno tío...
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMuchas gracias!
ResponderEliminarte conozco de la vida o solo del blog? xD