lunes, 4 de marzo de 2013

Hoces como labios


Me gustaría ser combustible,
inflamable mobiliario urbano,
y que tú fueras, a ser posible,
borroka incendiario y armado.

Contenedor, coche, cajero,
ardiendo en tus rusos fluidos,
haciendo la primavera en enero,
prohibiendo el tedio y el frío.

Quisiera ser tu palestino al cuello
y que me atravesaran tu voz y tu ira
y resonar temblando en blanco y negro
al penetrarme tu mensaje de amor suicida.

Tu viejo pasamontañas
empapado en sudor, sangre y saliva;
ese que todas las mañanas
te reviste el rostro de rebeldía.

Ojalá fuera las botas
que calzases implacable
al pisar la corona
y la cabeza del culpable.

Las que ahora avanzan por el asfalto
de esta nauseabunda ciudad
sin dar un paso en falso
y tampoco uno hacia atrás.

Quiero ser la piel del muro
en el que tatúas una estrella roja
y protegerla con ladrillo mudo
y aplastar al que borrarla osa.

Una estrella, como tu fuerte mano,
de cinco puntas y sangre heroica,
que nos guíe en el cielo nublado
para conducirnos hasta la victoria.

Quiero que tu grito sea mi grito,
sea el grito del pueblo airado,
aunque sea ilegal y esté maldito
será el grito de un enamorado.

Quiero que me cantes al dormir
al oído las internacionales
y que me abraces para protegerme
del capitalismo y sus males.

Sentir en tu pantalón
algo que late y que muerde
y no saber si traes un molotov
o es que te alegras de verme.

Sueño con mi puño junto al tuyo,
dos puños de revolución empalmados,
golpeando aire, carne, escudo;
follándonos las calles a puñados.

Acariciar tu barba y tus nudillos
y que me comas hasta los huesos,
instaurando en mi cuerpo rendido
la república socialista de tus besos.