lunes, 28 de marzo de 2011

Incandescente

Puede que fuera el alcohol. O una perversa conjunción de Marte y Saturno. No sé lo que fue, pero aquella noche sentí la ira más líquida que os podais imaginar. Un líquido hirviente y denso que rellenaba cada recóndito hueco de mi ser. Metal fundido incandescente.

En realidad sí que sé por qué fue. Fue la derrota. La perenne derrota que parece impregnarlo todo. La derrota de los labios y de las ideas. El fracaso diario de dejarte llevar por una jornada que detestas. La derrota de cientos y cientos de generaciones de obreros heredada y depositada y sedimentada en mis huesos. El toda la puta vida igual y toda la puta vida igual y toda la puta vida igual.

Fue también porque esa noche Tonín me contó cómo le habían pegado con una escoba. Y esos palos me dolieron como si me los hubieran dado en las vísceras en carne viva. Como si me hubieran dado puñetazos en el corazón y el cerebro y el páncreas y luego me los hubieran vuelto a colocar. Fue como si todas las injusticias de la historia se hubieran concentrado en esos golpes. Como si esa escoba hubiera asesinado todo lo bueno que pudiera quedar del ser humano.

Así que, cuando oí a aquella choni canija e ignorante gritar "arriba españa" algo se rompió dentro de mi. Un chasquido dentro del cráneo y ¡zas! ya no hay nada que separe al hombre del reptil. Por eso grité "viva la república" con una rabia hecha de ancestros y de sangre y de estrellas (estrellas de verdad, mortales y flamígeras)

Y lo seguí gritando como un conjuro mientras la choni llamaba a su novio. Mientras mis amigos me arrastraban y ellos nos perseguían. Mientras el tío me amenazaba y hacía el saludo nazi. No sé qué extraños pensamientos me llevaron a plantarle cara. Con las manos levantadas. Diciéndole que me pegara. Preocupado únicamente porque Marcos no recibiera daños colaterales. Estaba seguro de que eso iba a acabar mal. Y sin embargo, no se muy bien cómo ni porqué, terminaron por marcharse sin hacernos nada.

Y después a llorar. Por la tensión, supongo. Pero también por la de idiotas sin alma ni cerebro que hay por ahí. Porque este maldito país sigue pareciendo la casa de Bernarda Alba. Y sobre todo, por las ostias que no me habían dado y la cara que no me habían partido.

Desde entonces, nunca más me ha vuelto a suceder nada parecido. Pero cuando estoy solo con la noche y mi reptil, canto negras tormentas y atento contra el mobiliario urbano y la propiedad privada. ¡Valiente cobarde! Si en realidad lo que estoy deseando es que vuelva el puto facha ese a darme una paliza. Para sentir algo, joder, algo real. Aunque sea un buen navajazo en las tripas.



1 comentario:

  1. Y que mientras él te rajara poco a poco, poco a poco se le fuera quitando esa neblina espesa que vive en su mente y se le fuera saliendo por los oídos y por la nariz, materializado en sangre y dolor. Que mientras te esté rajando a él le empieze a sangrar la mano, cayéndosele de vergüenza y de ignorancia. Que esa navaja se quede para siempre clavada como la espada de Hefesto. Que esa navaja se haga monumento, que represente la memoria. Y que todo aquel que ose empuñarla, muera.

    ResponderEliminar