lunes, 15 de marzo de 2010

Apagafarolas


Ahí está, luciendo en la lejanía
Se burla de nosotros.
Jamás la alcanzaré.

Aunque me aproxime cuidadosamente
o sin cuidado
corriendo veloz
saltando
haciéndome el despistado
o sin quitar los ojos de la esfera
o bailando un tango
suelto o agarrado
incluso si la abrazo borracho pensando en la luna

Ella se apaga.

Si es que no emite un zumbido de insecto nocturno
o incluso parpadea un par de veces en la oscuirdad
como si fuera uno de los ojos de Hécate.

Hay varias.
Sus tallos
de hierro forjado
u horrendo níquel verde
brotan del alquitrán,
regado con copiosas
meadas noctámbulas

Hay varias.
Pero son la misma.
Sus raíces se extienden
gigantes
abarcan continentes
y atraviesan océanos
hasta encontrar
un punto de soledad
donde emerger y medrar:

en ramón y cajal
la calle santiago
paseo zorrilla
la blanca barriada
monmartre (parís)
o la quinta avenida.

Siempre está ahí
esperando mis pisadas,
interpuesta en mi camino
cual legión de gatos negros.


Sin embargo,
en los regresos sobrios
de las noches ebrias,
cuando me encuentre con mi farola
y se haga la oscuridad,
quizá a ti te ocurra lo mismo
y entonces
compartiremos el instante y la tiniebla.


Ahí está, luciendo en la lejanía.
Se burla de nosotros.
Jamás la alcanzaré

¿Quién quiere luz cuando la noche te abraza la mirada?


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