miércoles, 1 de septiembre de 2010

Génesis 19:24


Todo empezó en los templos. Con las campanas que repicaban como un latido de bronce a ambos lados del río. Con los ecos de lenguas intraducibles. Con dos relojes que separaban las orillas siete segundos como siete catedrales.


Sodoma y Gomorra habían permanecido ajenas la una a la otra durante décadas. Ignoraban su cercana presencia como un feto ignora la hora del parto, o como el cuchillo ignora el dolor y el crimen, o como un cadáver ignora obcecadamente la vida.

Así fue hasta que se elevó la primera torre, o el primer minarete, o la primera atalaya; nadie recuerda ya el propósito de aquella verticalidad, ni de qué ciudad brotó primero. Pero fue entonces cuando las dos urbes se reconocieron como iguales y supieron por fin que no estaban solas en la infinita llanura, que una semejante extensión de cubículos era penetrada diariamente por una semejante muchedumbre de hombres al otro lado de los reflejos del río.

Y entonces corrieron a encontrarse, a ritmo de andamios y de cimientos. Tardaron unos cuantos años, pero al final ambas lamían las veredas del río. Se miraban asombradas con las ventanas muy abiertas, como dos bebés que ven por primera vez un rostro humano. Se husmearon, se exploraron, se tantearon y tentaron. Conocieron el deseo ardiente de la piedra y anhelaron el tacto obsceno del adobe recién cocido.

Hasta que por fin se tendieron los puentes: sólida y contundente roca mojada. Y por los puentes galoparon todos los besos. Besos violentos de labios de espada, besos que querían vencer la soledad quebrando muros y pieles, que tenían sed de puño y de fuerza y de movimiento en bruto, que necesitaban morder para sentirse besos de carne y diente, para sentir el mordisco ajeno y nunca más ser una sola boca. Y nunca más sentirse piedra sola.

Con el tiempo cesaron estos besos y vinieron otros, quizá más suaves pero no mejores ni más tiernos. Diferentes, apaciguados. Creció una muralla que abrazó a las dos ciudades en un único gesto y ambas permanecieron entrelazadas mientras dormían sobre sábanas cereales.

Pasaron los siglos como horas y los imperios como estaciones. Crecieron y menguaron muchas lunas y muchos hombres. Las ciudades seguían durmiendo, soñando arquitecturas que las iban haciendo crecer.

Cuando finalmente despertaron, encontraron los puentes demolidos y las orillas llenas de fusiles. Hasta el cementerio estaba dividido, aunque los cipreses de ambos lados fueran igual de tristes. Las familias separadas se encontraban a escondidas por la noche o enviaban cartas de contrabando. Y las dos ciudades sufrían indeciblemente porque las habían cercenado sin piedad.

Un buen día, algún dios de los cielos o de las aguas decidió que el amor entre las dos ciudades era inaceptable y repugnante y que debía ser eliminado. Pese a que allí vivían diez y veinte y treinta e incluso cincuenta hombres justos, la ira divina cayó igualmente sobre todos, en forma de un infierno de fuego y azufre. Y así quedaron derruidas sobre la tierra Sodoma y Gomorra, sin más vida que las sombras aterradas que miraban hacia arriba un segundo antes de convertirse en estatua de sal.


Sin embargo, la tierra bajo las estatuas aun oculta un extenso laberinto de alcantarillas compartido por ambas ciudades. Allí se guarecieron de la hecatombe muchos perros y algunos hombres. Ellos están salvando el amor del diluvio y el subsuelo se ha convertido en un Arca sin Noé.





6 comentarios:

  1. Confiese que a usted también le encanta este pastelón de película...
    Gracias por dedicarme indirectamente la entrada...
    es usted un gomorrita que arderá en los infiernos...

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  2. Anónimo La envidia sana5 de septiembre de 2010, 13:29

    Soy otro anónimo diferente al anterior. Precioso relato, sigues escribiendo con esa fuerza que tanto me gusta y que es tan difícil de encontrar hoy en día. Me gusta, me gusta muchísimo cómo escribes. No puedo revelarte mi identidad, lástima, pero es igual, me pondré un nombre a partir de ahora para que me reconozcas "La envidia sana", ¿vale? ¡Ah! Y me importa un bledo la tendencia sexual de la gente, sólo me fascinan los buenos escritores y tú eres uno de ellos, Marat.

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  3. Muchas gracias "la envidia sana" jejeje
    Me has hecho pensar con eso de "no puedo revelarte mi identidad, lástima" me preguntó por qué y de qué te conoceré... pero bueno, un poco de intriga está bien en esta vida, esperaré pacientemente a ver si algún día consideras oportuno desenmascararte.
    Por cierto, tú escribes algo? Me gustaría leerte, seguro que también me entra un montón de sana envidia xD.
    Salud!

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  4. Si el ser humano se comprendiera a sí mismo se avergonzaría de normas, usos, costumbres y demás mierda social. Sueño con el día en que La verdad sea enseñada en las aulas y el hombre sea al fin un animal racional. La verdadera Ilustración está por llegar.

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  5. Yo también sueño con ese día, pero más que enseñada en las aulas creo que la verdad debe ser encontrada por cada uno de nosotros. No es algo dificil, lo que pasa es que los poderes actuales se empeñan en alma y cuerpo en que no lo consigamos.

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  6. Creo que sí es algo difícil, al igual que sería difícil entender la materia sin estudiar física o la vida sin medicina. Quizás no nos refiramos a la misma verdad, yo hablo de explicar el comportamiento humano. Lo último que descubriría un pez sería el agua.

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